Do Animal Político

 

María José estaba lista para tener a su primer hijo por parto natural, aunque fuera justo cuando se esperaba el pico de la pandemia de COVID-19 en México, en mayo pasado. Pero una semana antes de la fecha probable de nacimiento, le pareció que ya no sentía al bebé como antes y fue a revisión con su ginecóloga privada. Ella le hizo un ultrasonido y le dijo que todo se veía bien, pero le recomendó hacer cesárea de una vez.

Desconcertados, los futuros mamá y papá preguntaron si no había otra manera de monitorear al niño y pidieron al menos un día para pensar la decisión, y entonces la doctora los presionó con el argumento de la contingencia sanitaria.

“Me dijo: es sábado, pandemia, 4 de la tarde… normalmente cuando están en estas situaciones les mando a hacer un estudio de bienestar fetal, pero ahorita no es ni el momento más adecuado ni nadie te lo va a hacer. Entonces, pues no; yo recomiendo que ya te hagas la cesárea. Si ustedes deciden irse ahorita, me tienen que firmar una carta que me liberan de toda responsabilidad si algo sale mal con su bebé”, cuenta María José en entrevista.

Así que sin tiempo para pensarlo a solas o llamar por teléfono a quien le había dado un curso preparatorio de parto natural, con el bebé a un día de llegar a las 37 semanas indicadas para nacer y con más temor que tranquilidad, María José accedió a la cirugía y en menos de dos horas ya estaba hospitalizada.

En 2020, por primera vez el número de nacimientos por cesárea superó al de partos naturales y llegó a ser más de 50%, de acuerdo con datos preliminares del Subsistema de Información sobre Nacimientos (SINAC) de la Secretaría de Salud. Esto a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que dicho método no supere el 15% de los nacimientos en un país.

El aumento en la práctica de cesáreas coincide con los meses de contingencia por la pandemia de COVID-19. En marzo, los partos naturales y por cirugía se igualaron en 49.3% (el resto son partos auxiliados con otros instrumentos o no especificados) y a partir de abril las cesáreas han sido más de la mitad. En total, en México han nacido hasta agosto 498 mil 748 bebés por vía vaginal y 508 mil 402 por abdominal.

El mes con más operaciones fue julio, 51.3%, y también en el que menos partos naturales se registraron, apenas 46.5%.

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México era ya uno de los países con más cesáreas del mundo, el cuarto lugar, según un estudio de la OMS de 2010, con tasas que rondaban el 45%. En datos más recientes de la organización, actualizados hasta 2015, solo había cuatro países con porcentajes superiores al 50%: República Dominicana a la cabeza, seguido de Chipre, Brasil y Egipto.

Someter a una mujer a una cirugía no justificada para tener un hijo en lugar de seguir el curso de su embarazo hasta llegar a término natural se considera por la ONU una posible forma de violencia obstétrica, un tipo de violencia contra las mujeres.

En opinión de Rebeca Lorea, coordinadora de incidencia y política pública de la asociación civil Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), aunque no toda cesárea es violencia obstétrica, tener un alto porcentaje de estas operaciones sí es un indicador de qué tan adecuada es la atención a la salud reproductiva, y pone en duda que las mujeres de un país tengan toda la información y las opciones sobre las posibilidades de su parto.

Más atenciones privadas, más cirugías

Con la preocupación de no tener que pisar siquiera un hospital donde se atendieran casos de COVID-19 para evitar cualquier riesgo de contagio, María José buscó una clínica pequeña para tener a su bebé, aunque tuviera que pagar más porque no la cubría su seguro.

Cuenta que leyó en un grupo de Facebook de mujeres embarazadas de Querétaro —donde vive— que muchas otras pensaron lo mismo y pedían recomendaciones de clínicas donde se sintieran seguras de estar lejos del nuevo virus que ha paralizado al mundo.

Los datos del SINAC revelan también que en lo que va de 2020 ya aumentaron 5 puntos porcentuales la cantidad de nacimientos atendidos en unidades médicas particulares: de representar el 18.6% del total en 2019, al segundo semestre de este año ya es el 23.2%.

En febrero pasado, antes del inicio de la pandemia, nacieron en privados casi 24 mil bebés, y para julio fueron 35 mil, un tercio más.

Esto ha sido clave en el aumento del número global de cesáreas, ya que mientras los hospitales públicos resuelven por cirugía 4 de cada 10 embarazos, en los particulares lo hacen con 8 de cada 10.

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Y es que al revisar los datos por clasificación de unidad médica, entre privadas y más de 10 tipos de servicios públicos, no hay grandes variaciones entre cómo resolvían los nacimientos antes y cómo lo han hecho durante la contingencia sanitaria. La gran diferencia está en que muchas más mujeres pasaron a tener a sus bebés en particulares en los últimos meses.

Algunas de ellas han llegado enviadas por el propio sector público. El gobierno de México firmó el 23 de abril un acuerdo con la Asociación Nacional de Hospitales Privadospara referir a esos establecimientos a pacientes que requirieran atención de segundo nivel y así tener más capacidad para recibir a los enfermos de COVID-19. Como resultado de ese acuerdo, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)reportó el 11 de septiembre que había transferido a más de 14 mil pacientes, de los que 11 mil 724 fueron por atención de embarazo, parto o cesárea y puerperio, es decir, el 82%.

La doctora ginecobstetra María Fernanda Acevedo Vega, coordinadora de programas médicos del IMSS, explica en entrevista que se refirió a privados a todas las mujeres a partir de 34 semanas de embarazo que estaban sanas, sin sospechas de contagio de coronavirus ni condiciones de riesgo, por lo que podían tener un parto natural. Sin embargo, dice que el Instituto ya no tuvo injerencia en la atención posterior y la decisión de los médicos particulares de cómo resolver el nacimiento, si por vía vaginal o abdominal.

La funcionaria señala que los privados siempre han tenido tasas más elevadas de cesáreas, muchas veces porque si son clínicas muy pequeñas, ni siquiera son manejadas por especialistas en ginecobstetricia, sino por médicos generales.

El doctor Francisco Ibargüengoitia, del Colegio Mexicano de Especialistas en Ginecología y Obstetricia (COMEGO), explica que uno de los factores que pudo influir en que se programaran más nacimientos por cirugía es que muchos médicos y hospitales le piden a quien se vaya a internar una prueba PCR para descartar COVID-19. Entonces no se puede mandar a hacer cuando la mujer ya está en trabajo de parto, ni tomarla como válida si ya pasaron muchos días, lo que llevó a agendar los nacimientos por cesárea con la garantía de que no esté presente el virus.

Sin embargo, también enfatiza que desde antes de la pandemia, México ya tenía un nivel alto de esta operación, al grado de que está normalizado entre las propias embarazadas. A veces hasta se utiliza la expresión de que no hace falta estar “sufriendo” con un parto y muchos médicos privados ponen en juego la idea de comodidad: tanto para ellos, como diciéndole a la mujer no se pase más de 12 horas de labor de parto y con dolores, sino con anestesia y en un horario programado.

“Dos, y esto ya se ha visto también hace mucho tiempo con la Secretaría de Salud: las personas que tienen un seguro de gastos médicos, se paga menos por un trabajo de parto y parto, que por una cesárea. Entonces, el sentido común ¿qué le diría?, pues te programo, para mí es menos tiempo, no voy a estar 16, 18 horas contigo, y me van a pagar más. Entonces esa es otra de las situaciones que se ha visto desde hace mucho tiempo, que se ha dicho que sea al revés: si te pasaste 16, 18 horas con una paciente, pues que te paguen porque estuviste más tiempo”, explica.

¿Se recomienda hacer cesárea por pandemia?

Miryam está en su último mes de embarazo. Su ginecóloga, también privada, le ha dicho que lo más probable es que le practique una cesárea porque tiene la placenta baja, estorbando la salida del bebé. Una condición que puede presentarse, entre otras causas, por una cesárea previa, como ella ya tuvo hace cuatro años con su primer hijo.

No le han dicho nada de que, por pandemia, deba seguir medidas diferentes en la atención del nacimiento: solo su marido podrá entrar al hospital y todo el embarazo ha tenido que ser más estricta con las medidas de higiene y precauciones recomendadas. Solo eso.

Ni a nivel nacional ni internacional ha habido indicaciones de que la cesárea sea una mejor opción o que se justifique su aumento durante la pandemia de COVID-19.

El gobierno de México publicó en abril un “Lineamiento para la prevención y mitigación de COVID-19 en la atención del embarazo, parto, puerperio y de la persona recién nacida”, actualizado en julio, que en ninguna de sus 47 páginas recomienda la cesárea. Por el contrario, recuerda que la OMS ha declarado que debe estar bien justificada la intervención médica y no es necesaria hasta en 85% de los embarazos, y advierte que en las circunstancias extraordinarias actuales se enfrenta el riesgo de perder el enfoque de respeto a los derechos humanos y reproductivos.

Aun así, reconoce que la vía de nacimiento más frecuente en el contexto de la pandemia ha sido la cirugía, sin que estén claros los diagnósticos.

“Por ello, en apego a la Norma Oficial Mexicana NOM-004-SSA3-2012 Del expediente clínico, deberá consignarse adecuadamente la vía de nacimiento, así como las indicaciones de la misma. Con el objetivo de prevenir la morbi-mortalidad materna y mejorar el pronóstico perinatal, el nacimiento por vía abdominal sólo estaría justificado ante condiciones obstétricas que lo ameriten y/o exista deterioro del bienestar materno-fetal, previa valoración y estabilización por parte de las y los especialistas”, refiere el documento.

En contraste con el aumento de intervenciones quirúrgicas, el Lineamiento recomendó opciones alternativas, como la incorporación de parteras y la habilitación de casas maternas. Aunque asociaciones como la Red de Parteras Autónomas y La Cueva de la Parterapidieron al gobierno apoyo para promover y abrir estos espacios, y denunciaron que no tuvieron respuesta, sí hubo también un aumento en este tipo de nacimientos, aunque siguen representando un porcentaje mínimo del total: de haber sido solo el 1.1% entre enero y marzo, unos mil 400 en promedio, para abril subieron al 1.4% y en mayo y junio se casi duplicaron, promediando 2 mil 300, por lo que alcanzaron a ser el 1.9% de los nacimientos del país.

De acuerdo con la coordinadora de programas médicos del IMSS, María Fernanda Acevedo, esa institución sí ha tenido un aumento de cesáreas, sobre todo en hospitales de tercer nivel (los más especializados) donde ya de por sí tienen tasas más altas porque ahí se atiende a mujeres que tienen enfermedades concomitantes que complican el embarazo.

En caso de mujeres enfermas de COVID-19 o con síntomas de enfermedad pulmonar, explica, uno de los riesgos está en la disminución de oxigenación que sufren, que las afectará más en un parto y puede implicar un riesgo de que el bebé tenga menos oxígeno al nacer. De modo que sí puede ser más recomendable practicar una cesárea, pero solo si se presenta este problema, llamado hipoxia, detalla.

Hasta el 11 de octubre, se han registrado en México 6 mil 534 mujeres embarazadas o en puerperio, la etapa de recuperación, y mil 350 personas recién nacidas que resultaron positivas a la prueba de COVID-19, según el Informe Epidemiológico Semanal de Embarazadas y Puérperas Estudiadas de la Secretaría de Salud. De las contagiadas, murieron 150, lo que implica una letalidad de 2.29%, mucho más baja que la tasa nacional, que ronda el 11%.

Aunque le causa alivio que ni su bebé ni ella contrajeron COVID-19 ni tuvieron complicaciones en el nacimiento, María José sí cree que el contexto de la pandemia arruinó su deseo de tener un parto natural, lo que le implicó una recuperación más tardada y con más dolor inicial, porque además, en lugar de pasar las 48 horas que suele permanecer hospitalizada una mujer con esta cirugía, a ella la dieron de alta apenas a las 24 horas.